TRASCENDENCIA O EXTINCIÓN, ES TU ELECCIÓN
Darío Botero Pérez
La búsqueda de trascendencia ha sido característica de la ambición humana llevada a su máxima expresión que, quizás, es la única respetable.
La ambición que se manifiesta como deseo de acumular dinero y poder es mezquina. Apenas atiende al bienestar temporal del individuo mientras está vivo y, cuando más, al de sus descendientes.
Sin embargo, esta última es la que motiva a las mayorías. Es la abyecta ambición que les inculcan quienes las corrompen, dividen, embrutecen, enfrentan mutuamente y controlan.
Pero también cautiva a los potentados, quienes no se sacian de acumular riqueza y poder, hasta alcanzar extremos demenciales que los inducen a creerse superiores y a demostrarlo envileciendo a los ambiciosos inopes. Esto es, a las personas sumidas en la miseria (sobre todo miseria moral), indefensas y obsesionadas por sobrevivir sirviéndoles a sus admirados potentados.
Afortunadamente, cada vez más gente comprende que, por su iniquidad, incapacidad, desidia, obsolescencia y decadencia, son modelos por superar las organizaciones sociales autocráticas existentes en la Historia, en particular los imperios que pretendieron ser eternos e inmortales, para lo cual dejaron suficientes evidencias de su desmesura y arrogancia en monumentos, papiros, tablillas, leyendas...
Actualmente es claro que los potentados suelen ser los más atrasados y apegados al statu quo o hasta partidarios de retroceder en el camino del progreso para mantener sus privilegios de clase socialmente dominante. La defensa de lo caduco los guía en su megalomanía.
Y dada su carencia de propuestas capaces de superar las crisis múltiples del sistema, que se está derrumbando por todos los costados, lo único que se les ocurre es tratar de restablecer su artificial prestigio y el monopolio del poder que les facilita sostener sus farsas opresivas.
Su sentencia de muerte, su parca particular, está siendo el absurdo Neoliberalismo, en cuyas recetas insisten a pesar de que es obvia su perversidad y las aterradoras consecuencias de sus recetas.
Anhelan reproducir esas aberraciones sociales que ofrece la Historia, donde gobiernan unos cuantos oligarcas, inescrupulosos y bien organizados, apoyados por plebeyos ambiciosos agrupados en instituciones represivas y alienantes como el ejército, la iglesia, los tribunales, las cárceles, el aparato escolar, la banca...
La forma piramidal de gran parte de las sociedades propias de la Historia, en particular las más despreciables y poderosas, facilita la opresión de las mayorías.
De esta manera, la concentración de la propiedad y el poder en las cúpulas se quiere presentar como algo natural, ocultando que no es más que la expropiación a las mayorías, que producen la riqueza, por los opresores, que la disfrutan abusivamente.
Tan denigrante destino lo han soportado las mayorías porque las condiciones políticas, ideológicas, sociales y, sobre todo, económicas, prácticamente lo exigían debido a la escasez reinante.
La baja productividad impedía pensar en la posibilidad de que todos los seres humanos dispusiesen de lo necesario para vivir con dignidad de cuenta de la sociedad y no de individuos particulares o acudiendo a astucias denigrantes y abyectas, como es lo tradicional en este mundo de palancas, amiguismos y clientelismos que dan origen a las llamadas "roscas", de las que se afirma que lo malo es no pertenecer a ellas y que son una herencia de las monarquías despóticas pre capitalistas.
Por eso, los crímenes, las felonías y las miserias características de la Historia tienen cierta justificación antropológica que nos exime de enjuiciarla.
Pero sí tenemos que conocerla y entenderla para superarla, pues las condiciones materiales conquistadas por la Humanidad en el presente permiten superar las limitaciones que inspiraban a los más desalmados para sojuzgar a los débiles, expropiarlos y esclavizarlos.
De ninguna manera podemos repetirla, como anhelan los potentados en su impotencia, que es irremediable si asumimos nuestra dignidad personal, vencemos el miedo y llamamos a los enemigos comunes a que nos rindan cuentas.
Ahora es evidente que la condición humana ha alcanzado el punto cuando se puede superar la maldición del trabajo, que nos impuso Yahvé al echarnos del Paraíso.
El trabajo podemos delegárselo a las máquinas, mientras los humanos nos reservamos la labor creativa y les garantizamos a los animales el placer de vivir sin trabajar, antes de que nos la cobren por ineptos aunque nos hemos considerado superiores.
Pero los potentados no se resignan a bajarse de sus pedestales. ¡Tendremos que bajarlos!
Prefieren seguir considerándonos inferiores e incapaces, a quienes tienen el deber de gobernar como se los impone su presunta superioridad, que no es más que ambición combinada con falta de escrúpulos y desprecio sumo por el prójimo.
No admiten que se pueden satisfacer todas las demandas de consumo mediante el uso racional de la capacidad productiva humana orientada por necesidades reales.
Y que no es indispensable disponer de dinero para lograrlo, si la sociedad es responsable y solidaria; si se organiza en función del bienestar colectivo que, necesariamente, significa la satisfacción de las demandas individuales de todos y cada uno de sus miembros.
Lo único que nos ofrecen los potentados es su obsesión por destruir el mundo mediante el ciclo letal de "extracción de materias primas - producción de mercancías - conversión en basura".
En la Nueva Era (o cómo quiera que terminemos llamando el período antropológico posterior a la Historia), el irracional derroche, estimulado por el letal consumismo, será tan exótico y extraño a las prácticas sociales sensatas, concertadas por todos los afectados y admitidas como adecuadas, como lo serán el hambre, el desamparo, la discriminación y el abandono; como tienen que serlo el desprecio a las personas o la pretensión de representarlas, suplantarlas, corregirlas, controlarlas, cohibirlas, humillarlas.
Tales barbaridades se fundan en la denigrante suposición de que un ser humano es superior a otro.
Pero ante una realidad que los despoja de su poder y los trata como simples humanos, los potentados han diseñado planes de dominación perpetua, fundados en desatar la guerra, diezmar a la población y esclavizar a los sobrevivientes, sumiéndolos en la enfermedad y el hambre, como se constata leyendo los documentos del Club Bilderberg.
Siguen soñando en conservar la dirección de un sistema social fundado en la jerarquía. No admiten que su derrumbe definitivo es irremediable ante la insurgencia de multitudes de ámbito universal, ajenas a las fronteras y a quienes las imponen, cada vez más preparadas y dignas, capaces de materializar la sociedad mundial (o global) plana u horizontal, realmente igualitaria, que nos permita a todos vivir como dioses.
En estas generaciones vivas reside el poder para establecer la verdadera "aldea global" que nos convierta a todos en hermanos y rechace definitiva y contundentemente a los potentados degenerados que nos han engañado, utilizado y enfrentado, privándonos del disfrute de la vida y sumiéndonos en sufrimientos impuestos abusivamente.
La que brinde relaciones respetuosas que repudien la malicia, la trampa, el cálculo mezquino y engañoso con que Rebeca y su hijo Jacob le robaron la progenitura a Esaú, ejemplo de vida y víctima de felones, lo que lo convierte en representante mítico de todos los puros de corazón, de los mansos que poseerán la Tierra.
De ahí que un pueblo arrogante que ha fundado su trascendencia en el cumplimiento de una misión apocalíptica empeñada en precipitar el Juicio Universal, tenga la oportunidad de liberarse de los sionistas que han alimentado ese delirio durante milenios.
Puede recuperar la bonhomía, dignidad, gallardía y transparencia de Esaú, su verdadero ancestro, su legítimo padre, el auténtico primogénito del hijo de Abraham y Sara, Isaac.
Es el deber con la Humanidad y la Vida del pueblo judío, de modo que pueda abandonar la criminal consigna de "pueblo elegido" que les ha servido a los asesinos sionistas para despreciarnos a todos e insistir en desatar la guerra que les permitiría salirse con la suya.
El desafío es para toda la Humanidad. Pero les corresponde asumir la dirección de sus destinos, accediendo al control del gobierno en Israel, a los judíos decentes, respetuosos de los derechos de todos.
Al fin y al cabo, también hacen parte de esa Humanidad amenazada con la extinción por los potentados dirigidos por los sionistas y sus ideales de exterminio.
Si repudian estos delirios, megalómanos y humanicidas, podrán contribuir a la trascendencia de la Humanidad, en vez de precipitar su fin como pretenden los fanáticos fundamentalistas de diversas ideologías, entre los que se destacan los poderosos y persistentes sionistas, hay que insistir, pues sus pretensiones son intolerables y repudiables, y constituyen una amenaza inminente y universal.
Por eso tenemos que seguir denunciando y rechazando la guerra tanto como los graves atentados a la biosfera, en particular
· la gran minería que se apresta a acabar de arrasar el Planeta
· la pesca, la caza y el tráfico de especies en peligro de extinción tanto como de fauna silvestre
· la siembra de monocultivos industriales, extensivos en la ocupación de tierras, para producir agrocombustibles en vez de alimentos
· el consumo de combustibles contaminantes; a saber, fósiles, agrocombustibles, uranio y demás minerales radioactivos
· el arrasamiento de las selvas, los bosques, los manglares, los corales, los suelos, los páramos, los glaciales, los acuíferos...
Sin duda, su concurrencia es mucho más grave y culpable de las tragedias ambientales y del cambio climático que las simples emisiones humanas de gases con efecto invernadero.
Por eso, el coco del "calentamiento global" parece más una maniobra de distracción de la opinión pública que una de las grandes amenazas causadas por el consumismo que tanto fomentan los potentados y que tiene el mundo al borde de la desaparición de las formas superiores de vida.
En caso de que el terremoto en Haití, entre otros, y algunos huracanes, no hayan sido provocados por el Club de Bilderberg mediante las herramientas asombrosas del proyecto HAARP; el colmo de estos atentados contra la Naturaleza y la Vida, que exigen una respuesta contundente de la Humanidad, son la tragedia causada por la British Petroleum en el Golfo de México, y la de Hungría, causada por el MAL (así se llama la empresa productora de aluminio culpable de la reciente tragedia ambiental que amenaza con tornar rojo el Danubio azul).
Son decisiones que tenemos que exigirle tomar a la Conferencia de Cancún sobre Cambio Climático, programada para fines de noviembre y los primeros días de diciembre en el famoso balneario mexicano.
La razón para no otorgarle tanto protagonismo a las emisiones antrópicas de gases con efecto invernadero, causadas por actividades humanas que pueden controlarse o hasta evitarse, es que apenas representan un porcentaje mínimo de las emisiones originadas en la Naturaleza.
Más que a preocupación y deseo sincero de enmienda, las conferencias sobre cambio climático obedecen a negocios sucios que lucran a los vendepatrias.
Y nada de raro tendría que fuesen un mecanismo de expropiación de los recursos naturales que todavía conservamos, pues los potentados no son generosos pero sí muy depredadores, calculadores y abusivos.
No obstante, el verdadero problema de esos gases de origen antrópico es el envenenamiento creciente del aire que respiramos los ciudadanos, en particular en los grandes conglomerados urbanos, como ciudad de México o Medellín.
La última está cada vez más deforestada por unas autoridades ajenas a la ciudad pero ambiciosas y bastante comprometidas con el hampa que gobierna a los gobernantes.
Desde luego, la contaminación es gravísima porque el combustible que usamos acá es el menos refinado del planeta, el de peor calidad. Y eso que lo produce Ecopetrol, una empresa insignia del Estado (que la ha privatizado hasta donde se lo ha permitido la sociedad al ex dictador Uribe Vélez).
Mientras tanto, las autoridades cínicas, que fomentan el estrés, no tienen inconveniente en agriar las relaciones sociales fomentando el enfrentamiento entre fumadores y no fumadores.
A éstos se los convence de que las afecciones de las vías respiratorias, y hasta los cánceres de los vecinos, obedecen al hábito de fumar.
Según tales bellacos, dichas enfermedades serían totalmente ajenas al asqueroso y venenoso aire que nos obligan a respirar en medio de un panorama cada vez más despejado en la medida en que los árboles más frondosos, capaces de producir oxigeno, van siendo mutilados o derrumbados por los contratistas privados encargados del mantenimiento urbano, como lo exige el Neoliberalismo que todo lo privatiza.
Al fin y al cabo, son muy buenos trabajadores y disponen de muchas motosierras. Desde luego, los ciudadanos normales prefieren que las usen contra los árboles y no contra ellos, como es la costumbre impuesta por los paramilitares y que Colombia se esmera por erradicar.
Tales prácticas asesinas han prosperado a la sombra del narcotráfico, y representan uno de los mayores obstáculos para alcanzar la paz.
La alta rentabilidad del artificial e infernal negocio alimenta una ambición capaz de cualquier crimen. Y el uso de motosierras para aterrar, torturar y descuartizar a sus víctimas, ha sido de buen recibo por los capos, inclusive en USA.
Esa macabra realidad le permite a la Alcaldía, aliada con el Jardín Botánico, pagarles a unos particulares para que destruyan la flora urbana, lo cual también afecta a la fauna que suele vivir en ella.
No quieren privarse de aportar a la causa de los potentados que están decididos a impedirnos trascender de la manera más contundente y real: sobreviviendo.
NOTA