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miércoles, 16 de septiembre de 2009
Colombia: "En Blanco y Negro”
Colombia
A propósito del artículo “En blanco y negro” del periódico La Patria y otros recientes.
Por José Eulícer Mosquera
A raíz del articulo “En Blanco y Negro” del Periódico La Patria, de Manizales, Colombia, edición del 26-08-09, y otros recientes donde se trata de minimizar la incidencia del racismo y la discriminación en las condiciones de vida de la población afrocolombianas, me veo precisado a retomar el artículo de mi autoría “Racismo Y Cambio Social”, publicado en 2007.
El racismo ha sido uno de los soportes ideológicos que han utilizado las clases dominantes e imperialistas con la pretensión de justificar la opresión y la superexplotación sobre determinados pueblos o comunidades étnicamente diferenciadas. A su vez, la ideología racista es el soporte de las prácticas discriminatorias.
En el caso de los pueblos africanos y de su diáspora forzada, el capitalismo impulsado por las clases imperialistas europeas desde el siglo XVI, acuñó teorías y prácticas racistas contra estos, como el soporte ideo teórico para justificar su opresión y superexplotación, como precondición para lograr su consolidación y preponderancia como sistema socioeconómico y político, como grandes naciones y potencias mundiales. Teorías y prácticas racistas que mantienen hasta la fecha las clases dominantes bajo el sistema capitalista mundial, como estrategia para darle continuidad indefinida a la superexplotación y al despojo de estos pueblos, y al neocolonialismo, tanto de origen externo, como de origen interno. La máxima manifestación del racismo capitalista ha sido el fascismo, impulsado por Adolfo Hitler, quien consideró al pueblo alemán como el heredero legitimo de la “raza aria”, según él la más inteligente, perfecta y única llamada a dominar al mundo, con la potestad de esclavizar y eliminar físicamente a las “razas inferiores”, ya que constituían un estorbo para el desenvolvimiento de la superior. Los imperialistas alemanes primero hicieron presencia en África del sur, donde para despojar a los nativos de sus mejores tierras y recursos naturales probaron diferentes tipos de armas de destrucción masiva, incluidos los hornos crematorios, produciendo genocidios y dejando sembrada su execrable ideología entre sus aliados – porque en todas partes los opresores encuentran peleles y traidores para convertirlos en sus idiotas útiles y en la “peor cuña del mismo palo” – los cuales han continuado con estas practicas hasta la fecha.
Por ello, en la búsqueda de un cambio social favorable los pueblos africanos y de la diáspora deben ser intransigentes con la más mínima manifestación de racismo, venga de donde venga, ya sea exógena o endógena. Ser indiferentes o contemplativos con el racismo es admitir la inamovilidad socioeconómica y política, es renunciar a las aspiraciones de cambios sociales positivos para las comunidades y para la humanidad en general.
Como afirmara el destacado investigador africanista Hosea Haffe, en su obra “Del Tribalismo al Socialismo“, “el racismo es, sin duda, la ideología suprema, a menudo hipócritamente oculta, del colonialismo”. Y lo que llevó a nuestro abuelo mayor, Nelson Mandela a afirmar que “el imperialismo y el racismo son hermanos siameses inseparables, condenados a morir juntos”.
De esta manera, la lucha contra el racismo es una manifestación profunda de la lucha de clases, ya que equivale a rechazar la superexplotación y la opresión de un pueblo o comunidad étnicamente diferenciada por clases dominantes nacionales y extranjeras.
Así, la lucha contra el racismo y la discriminación para los pueblos africanos y de la diáspora forzada, se convierte en contradicción principal a resolver históricamente.
En todas las sociedades del mundo donde los pueblos afros han logrado avances significativos en sus procesos reivindicativos, es porque han enfrentado con nombre propio, con coraje y decisión el racismo y la discriminación social. Ejemplos de ello son: Sudáfrica, Los Estados Unidos de América, Francia, Holanda, Gran Bretaña y Las Guayanas, entre otras.
En el caso particular de Cuba, los afrocubanos creyeron que bastaba con instaurar el socialismo para resolver la inequidad étnico-racial heredada del colonialismo ibérico, y abandonaron sus procesos identitarios y su lucha contra el racismo y la discriminación. Hoy aunque los/as afrocubanos/as han experimentado importantes mejoras en sus condiciones socioeconómicas, Cuba, después de más de 50 años de socialismo, continúa siendo una sociedad euro céntrica, donde los mas cercanos herederos de África se encuentran relegados de muchas esferas sociales de alta trascendentalidad y de toma de decisiones, y no dejan de ser objeto de menosprecio y de malos tratos en algunos círculos sociales, por su condición étnico-cultural y “racial”; Realidad reconocida con preocupación por las autoridades cubanas, encabezadas por Fidel. Desde luego que el socialismo por no ser un sistema de naturaleza explotadora es ajeno al racismo y a la discriminación; pero lo que queda demostrado es que en su proceso de construcción, le toca enfrentar y vencer la fuerza de la costumbre que dejaron casi cuatro siglos de violencia colonialista, racista y clasista.
Por lo anterior, las organizaciones sociales afrocolombianas y sus miembros deben rechazar con toda decisión las manifestaciones racistas contra el pueblo afrocolombiano, porque esta es su razón de ser básica y porque con la Independencia en nuestro país no se dio una verdadera revolución social, sino el relevo de la clase dominante feudo esclavista peninsular por la clase dominante criolla que se había ido gestando durante los tres siglos anteriores. Clase dominante criolla que mantuvo muchas practicas colonialistas, entre ellas el racismo como instrumento de la explotación extrema, los desplazamientos forzados y el despojo y usurpación de las mejores tierras ya domeñadas, y la marginalización social de amplios sectores populares, a través de las cuales no se ha permitido a las comunidades afrocolombianas reconstruir y retener unas economías autóctonas y un patrimonio material significativo, como base del progreso y el bienestar social. Los primeros desplazamientos forzados de poblaciones afrocolombianas se produjeron en Antioquia, la cuenca del Magdalena, la costa norte, el Chocó, algunas zonas del pacifico y el Valle del Cauca, para entregarle sus tierras ya domeñadas a familias y empresarios europeos, para establecer agroindustrias del banano, la caña de azúcar, explotar recursos mineros como el oro, el platino, el uranio y el petróleo, explotaciones madereras, entre otras. Al respecto es interesante leer la obra “Cien Años de Soledad” de nuestro Nóbel Gabriel García Márquez, pues entre otras cosas, alrededor del 80% de los caídos y caídas en la Masacre de las Bananeras del Magdalena, en 1.928, perpetrada por los funcionarios de la United Fruit Company y la Fuerza Pública Colombiana, fueron afrocaribeños/as.
Retomando a los psicoanalistas Segismundo Freud y Frank Fanon, es preciso decir que rechazar las manifestaciones racistas se hace hoy aun más urgente, debido a que el cuento racista en la medida que se vuelve repetitivo y no encuentra contradictores armados de argumentos contundentes, va logrando sus propósitos opresivos y alienantes. Ya en un significativo número de ciudades del país encuentra uno personas, sobretodo altos funcionarios del Estado y del sector privado, que como si se hubieran puesto de acuerdo afirman: “en verdad que a los negros no se les puede confiar cargos importantes por que no saben administrar nada, son unos irresponsables, solo son unos rateros”. Cuando en realidad en Colombia existen ejemplos elocuentes de afrocolombianas y afrocolombianos que se han desempeñado en cargos ejecutivos y de dirección y mando, tanto en la administración pública como en el sector privado, con eficiencia, eficacia, rectitud y sentido ético. Lo que viene a confirmar que ninguna teoría racista tiene soporte científico, y más bien constituye una tergiversación de la realidad.
Las clases gobernantes de Colombia, como manifestación de sus teorías y practicas racistas históricas, vienen utilizando los casos de corrupción de algunos funcionarios/as públicos afrocolombianos/as con la pretensión de ubicarlos como causas fundamentales de la pobreza y de la marginalidad social de las comunidades afrocolombianas, para lavarse las manos y evadir su responsabilidad histórica para con las mismas, ya que jamás estas comunidades han sido incluidas debidamente en los planes de desarrollo nacionales y regionales y ni siquiera se les ha construido infraestructura básica para el desarrollo socioeconómico capitalista. Y cuando en realidad la corrupción es un fenómeno nacional que tuvo su origen en las clases gobernantes euro-mestizas del interior del país, y que poco a poco fue bañando toda la pirámide social colombiana. Pero nadie dice que a los euro-mestizos no hay que tenerlos en cuenta porque son unos rateros, ni tiene porque decirlo, porque como afirmara Martín Luther King, a cada persona hay que juzgarla por sus actos, mas no por su condición “racial” o étnica.
En el caso del artículo del Periódico La Patria, además, es importante tener en cuenta que destacados científicos sociales como Lucas Cavalli-sforza, Frank Fanon, Nina S. de Friedman, Jaime Arocha, Melville Herskovit y C. Lévi-Strauss, entre otros, consideran que para hacer claridad sobre grandes problemáticas sociales, como la afrocolombiana, es indispensable recurrir a rigurosos análisis sociohistórico y/o historicoantropológicos, y en este sentido hay que recordar que todo el Viejo Caldas hacía parte de Antioquia la Grande, región donde al final del proceso de independencia frente a España, se produjo una terrible persecución militar y sicarial sobre la población africana y afrodescendiente, sus palenques, caseríos y poblados, empezando con el asesinato de sus lideres como el General José María Córdoba, para entregar las mejores tierras, ya domeñadas, a numerosas familias europeas que llegaron a principios de la República. Esto conllevó a que la mayor parte de esta población huyera hacia las zonas inhóspitas del Chocó, Cauca, Urabá, Magdalena Medio, el pacifico y la costa norte; Y quienes permanecieron en la región, apabullados por la sociedad euro-mestiza mayoritaria y dominante, por supervivencia se vieron precisados a fingir su aceptación del ordenamiento impuesto por los nuevos usurpadores respaldados por el naciente Estado Colombiano. Todo esto lo narran los historiadores Enrique Ortega Ricaurte, Jaime Jaramillo Uribe y Luis Eduardo Agudelo Ramírez, entre otros, en algunas de sus obras.
Por tanto, el hecho que un reducido número de personas entrevistadas no reconozca la existencia del racismo y la discriminación en toda su dimensión, no quiere decir que estos no existan. Pues están presentes en las dinámicas sociales y en la praxis social, en el lenguaje, en los conceptos e imágenes difundidas a través de los procesos educativos y formativos, los grandes medios de comunicación e información; Todo lo cual, después de más de 500 años de reproducción racista y de marginalidad social, conlleva a que muchas personas los tomen como normales o les sean poco perceptibles, en lo cual desde luego tiene mucho que ver el grado de educación y la formación de los individuos. Quizás por ello la mayoría de personas que lideran procesos reivindicativos de la afrocolombianidad tanto en el Viejo Caldas, como en Antioquia, proceden del Chocó, del Cauca, del Pacifico y de la Costa Norte.
No se puede desconocer que en su proceso de toma de conciencia de su realidad y de fortalecimiento de su sentido de pertenencia étnica y cultural, algunas personas afrocolombianas dan respuestas racistas a los ataques racistas de que son victimas. Sin embargo son casos aislados y muy individuales. No existe una sola organización o colectivo afrocolombiano que tenga entre sus objetivos la bestialidad del racismo y se dedique a promover odios “raciales”, al contrario todas se proponen cambios positivos orientados a construir una sociedad de bienestar, equidad, justicia social y de convivencia pacifica, para todos los colombianos.
El autor del artículo se delata, cuando dice que los negros sobresalen en actividades como el deporte, música y danzas. Pero se olvida de la minería, las construcciones civiles, como mano de obra barata en la agroindustria cafetera y como docentes; que han sido pilares para el desarrollo regional. Lo que quiere decir que los/as afrocolombianos/as nos hemos destacado en todos los espacios que la sociedad dominante nos ha permitido, los cuales hemos tratado de aprovechar al máximo para nuestro bien y el de toda la sociedad.
Por otra parte, es inaceptable que se presente a los afrocolombianos como victimarios de si mismos, cuando en realidad por más de 500 años han sido es victimas del racismo, de unos modelos de desarrollo colonialistas, neocolonialistas y discriminatorios. Nunca hemos estado aislados de la sociedad, sino que la sociedad dominante en cada etapa de la historia nos ha asignado unos papeles, roles y funciones desde donde se ha superexplotado nuestra mano de obra, nuestra cultura, conocimientos y capacidades físicas e intelectuales, mediante unas dinámicas sociales que han mantenido a nuestras comunidades en la marginalidad, favoreciendo totalmente a los segmentos poblacionales euro-mestizos. Son estas dinámicas que hay que cambiar, por otras que favorezcan en condiciones de igualdad a todos los segmentos poblacionales, como manda nuestra Constitución Nacional. Aunque los afrocolombianos/as siempre hemos estado reclamando la efectividad de nuestros derechos humanos, constitucionales y legales, lo único condenable de ellos/as en este momento de la historia nacional y mundial, empezando por sus sectores mas educados o formados en la academia, es no esforzarse por avanzar hacia altos niveles de organización social, con mentalidad colectivista e integracionista, como estrategia fundamental para su reivindicación definitiva, porque los grandes cambios sociales no se dan por inercia, sino por la acción protagónica y organizada de los sujetos afectados por las problemáticas a modificar.
Por encima de todo, está demostrado que el racismo y la discriminación étnica causan graves daños a toda la sociedad y que por tanto, debe ser compromiso del Estado y de toda la sociedad en su conjunto combatirlos, para el bien de todos. Por ejemplo: Si desde los años de 1.960 se hubieran escuchado los llamados de Monseñor Gerardo Valencia Cano, a superar las prácticas racistas y discriminatorias contra la población afrocolombiana de Buenaventura, se hubiera reinvertido una parte importante de las jugosas utilidades generadas por el Terminal Marítimo en el fomento de desarrollo autóctono y de nuevas alternativas de empleos e ingresos familiares, diversificando la economía del puerto: y si en el proceso de privatización realizado durante el gobierno del presidente Cesar Gaviria Trujillo se le hubiera garantizado a esta comunidad un espacio importante en la operación del terminal, a través de sus empresas asociativas y solidarias, está población no estaría inmersa en tan dramática situación socioeconómica y de orden público, al punto que con sus flujos migratorios y desplazamientos forzados viene complicando las problemáticas sociales de ciudades como Cali, Armenia, Pereira, Medellín, Bogotá y otras de los Estados Unidos y Europa.
La experiencia internacional demuestra que para combatir el racismo y las discriminaciones derivadas de él, se deben tomar tres medidas básicas: 1.Modificar las dinámicas sociales que históricamente lo han alimentado y mantenido, 2.Implementar un modelo educativo científico e interculturalista, que exalte la diversidad étnica y cultural como la gran riqueza social. De allí la importancia de la Etnoeducación y la Cátedra de Estudios Afrocolombianos, como parte del mismo; y 3.Una legislación penal que castigue con severidad los actos o agresiones racistas y discriminatorias. Por ejemplo, si hubiéramos contado con este tipo de legislación seguramente no hubiera llegado tan lejos el caso del joven afrocolombiano Socir Palomeque que incineró bañando con gasolina a un oficial, superior suyo, en la Escuela de la Policía Nacional, porque este permanentemente lo sometía a burlas ante la tropa por su condición “racial”, convirtiéndolo en hazmerreír, lo cual combinaba con otra serie de atropellos a su condición humana, al punto que terminó causándole graves daños mentales que lo llevaron a cometer este doloroso acto. Pues el joven había recurrido a las máximas instancias de la escuela y a instancias superiores del país para que intervinieran a objeto de cambiar la conducta racista e irrespetuosa de su comandante, pero no se aplicaron los correctivos correspondientes, entre otras razones porque no se contaba con los instrumentos legales, penales y disciplinarios para hacerlo. Por otra parte, existen casos urgentes a abordar hoy con una severa legislación penal, en Colombia y otros países de América, cuales son los de los “cabezas rapadas” y los “punk”, quienes en su absoluta mayoría son mestizos que en medio de su confusión ideológica se consideran “blancos puros”, y declarándose herederos de la ideología fascista hitleriana se abrogan el derecho de agredir verbal y físicamente, y hasta de matar a las personas que consideran inferiores y por ende, estorbos sociales.
jlicher001@yahoo.es
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Maria Alejandra Villegas
Dirección Internacional OBNU
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