Fernando Buen Abad Domínguez |
Nuestras dificultades a la hora de fijar “contenidos”, nuestra desventaja para marcar el rumbo y el ritmo de las ideas, nuestras limitaciones para ganar la batalla de las “agendas”… sigue siendo una debilidad dolorosa, desesperante y peligrosa. Pero no invencible. En más de un sentido estamos extraviados, sin método y sin programa. Nos derrotan los individualismos y lo sectarismos. No logramos saldar ni lo pasos elementales hacia la unidad de conceptos indispensable para ganar la Batalla de las Ideas. Somos presa fácil y recurrente del empirismo más ciego y emprendemos experiencias diversas al garete de lo que va saliendo o de las ocurrencias que bajan del cielo. Nos ahoga la improvisación, la desidia, el imperio del gasto corriente y la mansedumbre de la ineficiencia. Hablemos claro.
Es verdad que al concepto de “contenidos” se le han inoculado (de buena o de mala fe) contenidos de lo más diverso hasta constituir, con frecuencia, un galimatías amorfo donde queda sepultada la médula histórica que los mueve y que no es otra más que la lucha de clases. No hay ideas sin tensiones internas, la dialéctica de las ideas concita, según su tiempo y su espacio, matices y acepciones diversas que no son ajenas al conflicto mayor que es su motor histórico: la lucha de clases.
Tenemos en los escenarios de la Guerra contra “la Ideología de la Clase Dominante” el reto de desactivar todas las operaciones enajenantes y sustituir la falsa conciencia burguesa con las mejores ideas emancipadoras del socialismo científico. De cabo arabo, en todos los sentidos, artífices de una creatividad sin precedentes y de un humor inteligente y luminoso. Tenemos la obligación de ser mejores, armados con las mejores ideas, expresadas de la mejor manera, en el momento oportuno y en todo lugar, gracias a las fortalezas que dan la moral de lucha revolucionaria, la solvencia (profesional y operativa) más avanzada y una columna vertebral ético-política capaz de ajustarse a todas los necesidades de una lucha que es muy compleja y es permanente. ¿Estamos listos?
No importa si se trata de “contenidos” escolares, televisivos, eclesiásticos o deportivos…el capitalismo ha reducido (no sin ingenio y para su beneficio exclusivo) el problema de los “contenidos” a una ecuación ideológica dominante que se inicia y se agota en la mercancía, en la acumulación de capital y en el reino de la “propiedad privada”. Santísima trinidad burguesa que, en un solo sistema social, activa miles de soluciones formales (no poco espectaculares algunas… seductoras la mayoría) para reiterar -hasta la náusea- la omnipresencia del poder burgués. Incluso, con la tecnología más avanzada, tal ecuación ideológica burguesa pertenece a un periodo prehistórico de esclavitud económica, política e intelectual para la humanidad. Es preciso derrotalo más temprano que tarde.
No existen los “contenidos neutros”. Cada libro, cada periódico, cada programa de televisión, cada página de internet… cada charla, cada mensaje… son medios portadores de contenidos que parten siempre de un modo de pensar y actuar comprometido, en un momento y lugar específicos, con intereses específicos y en búsqueda de un interlocutor o un destinatario, próximo o lejano. Quien emite “contenidos” tiene, de origen, responsabilidades sociales concretas e ineludibles que, sin atenuantes, marcan el tipo y el tono de la interlocución que se espera. Cuando con esos “contenidos” se obra irresponsablemente, bajo la premisa de subestimar al interlocutor o de someterlo a chantajes diversos, usando cualquiera de sus necesidades como rehén de negociados subterráneos o traficando falacias camufladas de bendiciones, se comete un delito de lesa información (no tipificado, por ahora). La producción de “contenidos” entraña siempre una responsabilidad social. ¿Quién la asume?
Hoy es imprescindible la consolidación de métodos científicos para la producción de contenidos. Contamos con categorías socialistas de primer orden que son fuente y motor de un espectro amplísimo de contenidos nuevos y herramienta inexcusable para corregir contenidos deformados en experiencias anteriores. Por ejemplo: toda la historia de la humanidad exige hoy un trabajo minucioso de relectura y reordenación de los contenidos centrales, en cada episodio del desarrollo social. Exige corregir las lecturas deformadas por la ideología dominante (en cada etapa) y la emancipación inmediata de las verdaderas causas y fuerzas que motorizaron a las luchas sociales en su emancipación de clase.
Necesitamos, desde luego, los nuevos contenidos educativos liberados de la hegemonía mercantilista, los nuevos contenidos “periodísticos” liberados de la jauría mercenaria que los usa como máquinas de guerra ideológica contra los pueblos. No debería haber filósofos desempleados, hay un trabajo inmenso donde, por ejemplo, la Filosofía debe prestar sus servicios inmediatamente. Hay que desarrollar la metodología científica para la producción de los contenidos socialistas, basada en el materialismo dialectico y en la teoría de la lucha de clases. Necesitamos escuelas de formación, talleres de entrenamiento, bibliografía nueva, equipos de investigación y cuadros docentes activados de inmediato. Necesitamos dejar que los procesos democratizadores, que los procesos revolucionarios, revolucionen, también, los medios y los modos de producción de contenidos porque, sin cambiar las ideas, nada habremos cambiado. ¿Habrá alguien que escuche?
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