¡Nos vamos con el espíritu del Ché!
Desde los horizontes pensarás que el tiempo / es el que forja su continnum y da el espacio, / res extensa, y donde cada ruido se llamará / alarido, fervor de muchedumbre, alarma / de viles griteríos, donde cada distracción / confunde y nada hay en las ondas que cuide / tu mecida, tu reposo, tu hamaca / de habitante isleño, solitario, valiente, / sediento de Sod /en lo Secreto / y hashlemá / antes que de sable vengador y puñal lastimero, / pues todavía preguntas: ¿A dónde voy? / ¿Fue aquí que me pusíste? ... y te mezo, / ¿quién otro, sino yo, soy el que te mezo?: Carlos López Dzur, «Donde te puse»
Para 1965, por causa de Sara, se hizo claro a mi entendimiento lo que es ser cáscara amarga. Todas las revoluciones, por causa de la violencia que generan, es fruta amarga. Es sabor indeseado y repulsivo al catarse en la boca. Y, en nuestra calle, Mamá comenzó a insinuarse con la cáscara amarga, aunque el interior de su pulpa fuese la fruta más dulce. La polarizante Revolución, al parecer, había producido unos 20,000 árboles de violencia, árboles de vómito, cáscaras amargas, pero sin nada dulce adentro.
Mamá fue cáscara amarga, con una oculta dulzura. A los 20,000 árboles secos y amargos, estériles en su fondo, ella les llamaba higueras de condena. El pueblo revolucionario les llamaba traidores a la patria, contrarrevolucionarios y éstos a sí mismos se llamaban prisioneros políticos. Combientes de la democracia.
No entendería, a le edad de 10 años, cuáles pudieran ser las causas ./ o alternativas / defendidas por ellos, a no ser la desesperación frustrante y el derrotismo que ocasionara el bloqueo económico, los fusilamientos de los invasores de Playa Girón, el alineamiento con los soviéticos del nuevo gobierno y la adopción del marxismo como filosofía del Estado.
En la vecindad de judíos, fabricantes de colchones, había rusos simpatizantes del trostkismo, que huyeron de Stalin. Como los más recientes judíos de la calle, solían ser muy religiosos y celosos de su Shabat. Nunca antes, si no en este momento de crisis, a ellos se acercaron los militantes católicos a decirles que en Cuba se acabaría la libertad religiosa que, hasta la fecha, habían disfrutado. En octubre, con la inaguración del Partido Comunista, en la patria de Martí, se alegó que nacería el ateísmo. Por ese lado, se quería pillar a Mamá y a este grupo.
A Mamá le recordaron cómo rechazó las «gestiones altruístas» del Padre Byron Walsh, quien con sus voluntarios, en Miami, hallaba «casas a los niños para que no se eduquen sin Dios».
Cinco años después, mucha de esta misma gente, regresó con una oferta mayor. Ya no fue rescatar a niños de la Isla del Nunca Jamás, o «Never-Never Land», como ellos aún dicen, ni dejar en La Florida, a esos niños solos, pero, al menos, en tierra segura, donde su ropa, su cama, sus tiliches todos, no sean propiedad del Estado, como está sucediendo en Cuba con las propiedades de sus padres. Ya no se echaba miedo con que los padres perderán la custodia de sus hijos en Cuba. Esto es así gracias a una nueva idea, seguramente importada de las campañas propagandísticas de Quarters Eye.
El operativo nuevo, tácitamente con la anuencia del Gobierno es que «los padres se pueden ir con los hijos». Castro lo dijo en la Plaza de la Revolución en septiembre pasado. «Y hay que hacerle caso, Doña Sara. Usted no querrá que su hijo se eduque como ateo y entiendo que no lo dejaría solo, sin usted, cuidándolo».
«A mí los ateos no me asustan. Me repugnan más los sinvergüenzas, los usurpadores, los asesinos y los inmorales. Creo que fue a usted misma que le dije cómo pienso. Hará unos años. ¿Qué es peor ejemplo? ¿Batista con su crueldad, historial de corrupción y robo, desde los tiempos de Grau, su amistad con la mafia de Meyer Lansky y sus amigos millonarios, interesados en industrias de apuestas y casinos, la tración al país cuando se vende nuestra azúcar por centavos a grandes corporaciones extranjeras, esos ejemplos de codicia y ventajería, que no son la honradez cristiana, o que Castro proponga un sistema educativo, basado estrictamente en la ciencia y el secularismo, con valores solidarios?»
«Lo que usted no sabe es que van enviar a su muchachito, que no está acostumbrado a cortar caña, por medio día a la zafra y después a una escuela de ateos», le dijeron.
«¿No que han enviado ustedes y su grupo a la Florida sus hijos con un sacerdote gringo, que allá los recibe y educa?»
«¡Pero somos activistas de la libertad: pensamos en toda la niñez de Cuba!»
«¿Vaciar la isla allá?»
«¡Usted no nos entiende! ¡Es cáscara amarga!»
En vano fue que le hablaran del Proyecto Camarioca, o Los Vuelos de la Libertad, o el éxito de la Operación Pedro-Pan. Este nuevo proyecto tiene el visto bueno de Castro y comenzará el 10 de ocubre en ese puerto. Es cuestión de rentar un bote, pero hay que tramitar una solicitud ante el Ministerio del Interior. En esta petición de ellas, había ciertamente algo nuevo: «Decirle a Castro y a los EE.UU. que no renunciamos por haber llevado al Puerto a nuestras familias ni a la tierra ni a nuestras propiedades. Que volveremos».
«¿Será?», dijo Sara incrédulamente.
«No sé por qué los judíos se hacen los suecos. Se quejan de que han sufrido hasta la muerte, se las pasan en el lloriqueo y ahora que los cubanos democráticos les ofrecemos que emigren, con seguridad garantizada, y salgan de este infierno, se hacen los suecos, miran hacia el otro lado, y no se quieren ir. No se queje usted cuando viva otro holocausto, si ya la advertimos».
«¡Qué cosa, Doña Sara! No firma estas listas, no sabemos la razón; pero a estas listas las encabeza con sus firmas la familia del Comandante Huber Matos, hasta poetas han firmado, Allen Gingsberg, judío, senadores, maestros, hasta el Ché!»
«¡Eso último sí que no lo creo!»
Y para que lo creyera, no tardó en saberse que el segundo líder de la Revolución, ex-Presidente del Banco Nacional y ex-Ministro de Industrias, Ernesto Guevara, renunció a la ciudadanía cubana. Grande tiene que ser su vergüenza. Se discutió entre las derechas que el Ché y Huber Matos estaban desilusionado de Fidel, su alineamiento con los soviéticos y el desastre de la economía. Las noticias se manejaban con más prontitud en el exilio que en Cuba misma.
La prensa cubana destacaba que se renegoció una deuda cubana de $500 millones con la URSS. Un plan de cinco años. En el exilio, se explotaba la crítica del Ché a la Revolución, según el discurso que diera en Algeria. En Cuba, apenas unos cuantos sabían de su renuncia a la ciudadanía y que se regresó a Sur América. Los yankees sí lo sabían. Lo olfateaban como jauría rabiosa. Se le localizó en las selvas de Bolivia en 1965, mas no se hablaba sobre tal hecho en Cuba, siendo que «a Cuba la han aislado desde afuera y desde adentro».
La prensa cubana destacaba la lucha en Vietnam. La resistencia de los jóvenes estadounidenses al servicio militar obligatoria. El golpe militar en Vietnam del Sur. El proceso independentista en Yemen del Sur. La airada situación de los Panteras Negras, desde 1966, radicalizado el movimiento afroamericano por reacción a los asesinatos de los presidentes John F. Kennedy el dirigente afroamericano Medgar Evans, así como la bomba detonada en 1964, en una iglesia de Birmingham, Alabama, que matara a cuatro niñas. El mismo año, cuatro activistas de los Derechos Civiles de la raza negra fueron asesinados en Mississippi.
Doña Sara se lo había dicho a aquellas mujeres: «¿Para qué enviar mulatos cubanos por el Puerto de Camarioca a La Florida si ese país está linchando a sus afroamericanos como en tiempos del Ku Klux Klan?»
«¡Pero acá se linchan blancos y niños!»
«¡Usted sabe que eso no es verdad!»
«Hay 20,000 prisioneros políticos y un paredón de fusilamiento que no para y que usted no quiera mirar, porque usted es extranjera y parentela de los suecos y los trostkistas rusos!»
«Entonces, no les quito más el tiempo. Yo sé mi cuento», les dijo Sara.
«¡Cáscara amarga!», le gritaron. Ellas prosiguieron su proselitismo, parando por la calle a quien veían. Repartían sus volantes, con el lema: «Fin a la Revolución» o «Libertad, libertad».
Cuando al fin se supo que el Ché Guevara rompió con Castro, comenzó una etapa de terrorismo muy intensa y la idea fue: «¡Ahora la Revolución se acaba porque se acaba!». Transmitían teleprogramas especiales que los militantes de la izquierda y la derecha remanente no querían perderse. Fue el periodo de octubre a mediados de noviembre, durante llamado el «proceso de Camarioca», en que miles de cubanos forzaban su entrada al Puerto para tomar ventaja de la oferta de Castro. «Quien quiera irse al Paraíso de los Yankes, váyase ahora». Se habló sobre una posibilidad de vuelos aéreos, en líneas comerciales, más tarde, conocidos como Freedom Flights
A Tío Andrés lo rodearon, entre amigos conocidos y otros extraños, gente que supo que tiene televisor en La Bodega. Le preguntaron si sigue viendo La Tremenda Corte, o programas de Pumarejo. Les dijo que el televisor lo destrozó a batasos, el Dr. Abram, su hermanastro, y se enojaron por no invitarlo a la casa y acudir a una mentira tan grande. Debió ser grande el enojo porque fueron a dos casas que él tenía en barrios habaneros. Quemaron la casa de sus amores con Rosa Belén y siguieron por la otra. Ni siquiera fue a cerciorarse de lo quemado porque le dejaban mensajes anónimo en su puerta de La Bodega: «Te estamos velando, cascarita amarga».
El barbero Lleó, quien era simpatizante de los Abram, y ya ni les pegaba renta por la Barbería y peluquería que tenía en el edificio, fue uno de los poco que le aconsejó que se cuide y pida la protección de las comisarías del Partido. «Te traen en remojo. Viene gente de mala facha a preguntar donde realmente vives».
Como llegó a temer por la seguridad de Sara y mía, estuvo tentado a pedir la protección idónea, mas ni tiempo le dieron. Un día después del consejo, al subir del primer piso al segundo, para platicar las quemas y sus miedos con Sara, avanzaron unos hombres antes de que llegara a la puerta de los Abram-Riga y con manoplas y patadas lo surtieron. Estaban encapuchados. Eran cuatro en total para él solo y desprevenido.
Mamá escuchó los ruidos, gritos y quejidos de Andrés. Buscó una pistola que el Dr. Abram le había dejado, con una insolente advertencia: «Ténla y utilízala. Deja escrúpulos y filosofía a un lado. Tenemos un hijo y un derecho inalienable: la defensa propia y de la casa». No que fuera la primera que tenía una pistola, aprendió a utilizarla durante la guerra y nunca faltó en su trinchera, la de la Cruz Roja, en Berna. Mas esta es la primera vez en que habría disparado con gusto después de superar el miedo.
Abrió la puerta de golpe y gritó: «¡Déjenlo o disparo!» Los cobardes huyeron cuando vieron a la mujer armada.
A mí me tocó llorar de rabia, a Mamá la comprensión de que teníamos que irnos de Cuba, que los enemigos de Castro y su régimen jugaban demasiado sucio y podrían matarnos. A ella la ví curar a Tío Andrés. Un poco más y lo matan. Mas ahora lloraba más que cuando se murió mi cangrejito rojo. Y Andrés, uno días antes me contó, que algo raro pasaba en Cuba, que el Ché no volvió de Algeria.
Había escuchado, con alguna intensidad, que se hablara del Ché, el médico argentino, amigo del Barbudo; pero no había visto una foto suya todavía.
Salvador Tio
Colaborador de la OBNU
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